Profe

Hoy es 10 de mayo de 2024. Ha pasado casi un año desde mi última entrada, algunas cosas en el mundo y en mi misma van un poco mejor, otras mucho peor.

Pasamos por una pandemia con la ilusión -¿absurda?- de que ello nos haría mejores personas, pero hoy el mundo ve en su mayoría en silencio como progresa el exterminio del pueblo palestino, hay jóvenes en las universidades que están protestando y tratando de hacer visible esta situación, pero otros mayores que ellos los ven y se burlan, como si hacer visible ese horror no fuera también importante.

Hace casi un año fue la entrevista del concurso docente gracias al cual hoy mi día a día es ser profe de un colegio –de este concurso hablé en mi entrada anterior, releer la incertidumbre de esos días ante mi ejercicio profesional hoy me conmueve, pues mi reto cotidiano no solo es pedagógico –saber transmitir el conocimiento, sino también un reto de calidad, de transmitir las ciencias -biología, física, química- de una manera clara, pertinente, a jóvenes de distintos grados de un colegio de Medellín.

También hace poco más de un año empecé a correr, y aunque hoy por hoy por las actividades de la docencia no lo haga tanto como quisiera, debo decir que es algo que ha cambiado mi vida en muchos sentidos.

Ayer hubo una jornada pedagógica en la cual participé -junto con una excelente docente de primaria, y coordinadas también por un excelente equipo de una fundación y otro docente del colegio- como organizadora, y a pesar de que tuve un accidente reciente que me tuvo en casa alrededor de una semana, no solo logramos que fluyera y se cumplieran los objetivos del encuentro, sino que salí con el corazón vibrando, gracias a un acertado comentario que me hizo ver el mismo cambio que yo he tenido:

Los lectores más «antiguos» de este blog -si es que aún se pasan por acá- recordarán que algo que mencioné que me costaba mucho trabajo era la constancia, que me aburría fácilmente y tener continuidad en los proyectos era difícil. Ayer recibí un comentario de alguien que quedó a gusto con el trabajo durante la jornada pedagógica y que había tenido la percepción de que ese ánimo que había visto en mí podía ser algo efervescente pero pasajero y ayer se había llevado una impresión distinta. Su comentario me remitió a aquel escrito de mi misma en 2013, antes de que la experiencia de tener una hija sociable me impulsara -y en algunos casos me obligara– a socializar.

No voy a decir que lo hago a la perfección, pero abrirme un poco más a la gente me ha permitido conocer más personas talentosas y maravillosas no solo en lo intelectual sino también en lo humano. Pero sigo siendo la persona que disfruta una tarde en soledad leyendo cosas varias, noticias, un libro, ver el paisaje, escuchar música, o mejor aún, salir a correr y sentir como vibra el cuerpo mientras el aire roza la cara y pasan distintos paisajes ante los ojos. Trotar también me ha traído disciplina, y terminar la carrera, con el esfuerzo casi sobrehumano que implicó –en una pandemia, con hija en estudio sincrónico, etc-, me ha recordado que puedo cerrar ciclos aunque se vea difícil.

Recuerdo cuántas veces escuché la pregunta de «¿y eso pa’ qué sirve? ¿pa’ ser profe?» y mi ego respondiendo que los biólogos podían hacer grandes cosas, desde descubrir nuevas especies, hasta ayudar a encontrar la vacuna para el COVID. Pero luego de entender que muchos cambios sociales no se logran por la vía política, de dar una mirada a cómo funciona el sistema de investigación del país, siento que estoy en un muy buen lugar, que puedo incentivar pequeños cambios, quizás no en todos, solo en algunos, pero puedo ayudar a estimular la curiosidad, el pensamiento crítico, con criterios éticos… Y eso tiene mucho sentido.

¿Es retador ser docente? por supuesto que lo es, lo es en el mundo actual con inteligencias artificiales y muchos desarrollos tecnológicos, pero muchas ausencias humanas en el acompañamiento de los jóvenes, lo es en un mundo desigual donde los niños del privado desde la escuela tienen una estrategia avanzada de bilingüismo, que les permite también acceder a mucha más información, mientras que los del público aún terminando bachillerato se esfuerzan por una comunicación fluida. Lo es cuando en el privado hay microscopios para cada uno, reactivos y mil cosas, y en el público hay un microscopio para cuarenta estudiantes. Lo es cuando el estudiante tiene que elegir entre repasar lo aprendido en clases o irse a trabajar para poder comer.

En medio de todo este panorama, no puedo dejar de sentir gratitud por todo lo que mi hija tiene, pero a su vez ser consciente de todo lo que falta alrededor. El día de ayer, antes de la jornada, se me acercaron estudiantes de sexto y séptimo alegres a saludar, sentir su cariño a pesar de ser alguien que les exige, que les llama la atención, que no les regala la nota, me alegró el alma.

Ser docente, al final, guarda ciertas similitudes con el ejercicio de la maternidad: usted sabe que debe acompañar en el conocimiento, pero también en lo humano, usted debe ayudar a forjar el carácter, la disciplina, pero también acompañar en los momentos bellos de compartir, de simplemente existir en el mundo, a pesar de que usted mismo en el corazón guarde la incertidumbre de si mañana habrá mundo, de si alguno apretará el botón que lo acabe todo. Usted inevitablemente quiere y guarda cariño a sus estudiantes, le duele si alguno se convierte en desertor del sistema educativo, porque sabe lo que implica. Y sobre todo, se alegra de saber que, de alguna manera, usted puede ayudar en algo en sus vidas, así no siempre sea evidente.

Las matrisolteras

Hoy, que todo el mundo tiene un apodo para las madres: que madre oso, que madre helicóptero, que madre caneca… Veo que poco se habla de la matrisoltería, nombre inventado quizás para seguir el juego.

¿Qué es la matrisoltería? Es ese estado en el que entra una mujer que es madre, que ha decidido vivir con su pareja, pero su pareja pasa por fuera del hogar un buen porcentaje del año. No tenés el apoyo que significa tener una pareja todo el tiempo, pero tampoco tenés el apoyo social que puede llegar a tener la soltería (que no siempre lo tiene, ni los esposos, compañeros o como se les quiera llamar, siempre representan un apoyo, pero ese es otro tema).

Una matrisoltera es una mujer, sí, mujer, que corre serio peligro de olvidarse de que lo es -aparte de ser madre-: ¿cuándo tuvo por última vez tiempo para si misma sin pensar en que en cualquier momento se aparecerían unas manitas pequeñas buscando abrigo? ¿cuándo fue la última vez que tuvo una noche de salir sola sin pensar en la hora de llegada? Fuese a ver cine, a teatro, o a tomarse una cerveza en el parque con algún amigo -cosa que por el absurdo nuevo código de policía de Colombia ya no es posible, por cierto-. Sigue leyendo «Las matrisolteras»

Sociabilizar.

  “Lo supe siempre. No hay nadie que aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre, ése es el precio que tienes que pagar: la soledad”.  

Chavela Vargas.

Hoy lo recuerdo, pasé varios años evitando relacionarme con la gente, confieso que aún me cuesta trabajo…

Aprender a dar besos en la mejilla fue todo un proceso, los odiaba, cuando aprendí a saludar a la gente, me molestaba mucho que respondieran con un «que más» o «¿cómo estás?» cuando sabía que no les importaba la respuesta.

Cambiar los descansos en la biblioteca por charlas que no me interesaban, suplicarle a los profesores para no hacer trabajos en grupo o, en los grupos, hacer el trabajo de todos sola, fueron ingredientes que me acompañaron mucho tiempo.

Tampoco en la universidad hice muchos amigos, de hecho, mis amigas de universidad seguían siendo dos grandes personas que conocí en el colegio y en toda la carrera solo hice una gran amiga.

Tampoco aprendí a hacer buenos chistes, solo una vez en mi vida conocí a una persona que se reía hasta el llanto de mis intentos cómicos -¡de todos!-. Tampoco me ha importado demasiado, aprendí a conformarme con advertir que mi humor era perverso.

Cuando empecé a aprender a conversar con la gente, aprendí también a odiar los sarcasmos, siempre pensé -y aún pienso- que son formas de tratar al otro como un ser inferior y no tener las gónadas suficientes para decir las cosas directamente.

Nunca he sentido gran pasión por muchas cosas que son populares, estar a la moda no me importa y solo me he fijado en las marcas para acortar el tiempo -generalmente tortuoso- de búsqueda de una prenda de vestir, o calzado.

Tampoco siento gran pasión por lo original, siempre he pensado que las personas que se preocupan demasiado por la originalidad nunca entendieron que todos, así tengamos un genoma considerablemente parecido en muchas cosas, tenemos también siempre unas diferencias sutiles y no sutiles, buscar ser completamente original es quizá tan estúpido como buscar ser completamente normal, pues tenemos de ambas cosas, queramos o no.

Aprendí a sentir lástima por todas las mujeres -también hay hombres- que dejan de comer lo que les gusta por no perder la línea, aprendí a verlos como unas víctimas del mercadeo, de vender la felicidad en un empaque y no en el contenido.

¿Que cuál es el objetivo de este post? ninguno. Es simplemente una confesión exhibicionista, que no busca ni aprobación ni rechazo.

Sociabilizar es cada vez más difícil, porque cada vez buscamos más cosas absurdas como estándares de vida, es por eso que, aunque muchos digan abiertamente ser felices, llevan una vida de frustraciones e infelicidad.

Recuerdo el primer post de este blog, y ahora veo que simplemente es mi confesión de no ubicarme en este mundo, intenté hacer muchas de esas cosas, y aún las encuentro insatisfactorias.

Me cuesta trabajo creer en dios y en el destino, y si no fuera por ciertas cosas que he vivido en los últimos años, sin duda aún me declararía atea.

Pese a que me gustan las causas que van con mi forma de ver el mundo y me encanta comprometerme en ellas, he aprendido que no pueden ser causas a largo plazo, porque me aburro fácilmente.

Sigo creyendo firme y sinceramente en la libertad, en esa libertad que intenté describir en mi primer post, y tal vez esa creencia ha sido mi principal ayuda para ir aprendiendo, tal vez no a socializar con éxito, pero al menos a entender al otro.

Aprendí a admirar a esas personas que siempre encuentran la manera de iniciar una conversación agradable con el otro, en todo lugar y momento, yo solo aprendí a compartir silencios.

Aprendí a expresar lo que siento o pienso sin temor de hacerme daño, pero siempre intentando no hacer daño -aunque es inevitable- al otro.

Creo que son pocas las personas en el mundo que ven y entienden -y además intentan aplicar en su vida- la libertad como yo la entiendo, y creo que tal vez Chavela Vargas si tenga algo de razón, pues, posiblemente la única manera de no ser un paria en este mundo es hallar -de manera poco probable- a alguien que vea la libertad del mismo modo.

Aún así, no es grave, la soledad tiene un saborcito grato, y el mundo tiene infinidad de cosas bellas por conocer.

No sé por qué este post suena a despedida, tal vez lo sea, nunca se tiene certeza del futuro, tal vez por eso vale la pena vivir cada instante como si fuera el último.

Dos poemas, Cortesía de Ciro Mendía

LAS DOS AVENIDAS

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Por la avenida del olvido, lento

iba mi corazón convaleciente,

iba medio feliz, medio sonriente,

casi sin un dolor, casi contento.

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Ya no tenía nubes en la frente

y estaba más sumiso el pensamiento,

y en ese fino y cálido momento

nada oscuro guardaba ya en la mente.

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Yo miraba las aves y las hojas,

la tarde ardía de pinturas rojas,

cuando te ví de nuevo y no me viste.

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Yo dejé del olvido la avenida

y tomé del amor, la conocida,

y por la del olvido tú seguiste.

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SOLEDADES

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Pesa el ambiente y un doliente peso

hace llorar la página del día;

se me rompen la voz y la alegría

en esta soledad de carne y hueso.

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Se me clava la ausencia de tu beso

y hace sangre mi luz. Yo te diría

que ya mi corazón perdió la vía,

porque el tuyo ha olvidado su regreso.

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A esta casa sin miel y sin objeto,

hasta la lumbre le faltó al respeto

y el viento y el amor la han golpeado.

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Es una isla conmovida, en donde

se oye de noche, pávido, y se esconde,

el grito de un fantasma enamorado.

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Así es el azar, esta locura de universo en el que estamos parados, depronto vas en el metro, mirando con cuidado al suelo por si depronto se cae y se pierde algún pedazo de corazón roto, y te encuentras con dos poemas que afilan su puñal en la herida, suena masoquista, pero es bello saber que alguien, hace mucho tiempo vivió y pudo transmitir de manera perfecta eso que sientes. Gracias por eso, Ciro.

Alien

Es solo eso.

Caminar por las calles, pasillos, rincones,

sentir que estas rodeado de gente y al mismo tiempo estas solo.

Dudar de tu humanidad cuando la humanidad es tan diferente,

sentir que estas en el mundo y al mismo tiempo

sentir que este no es tu lugar.

Es difícil sentirse alien en un mundo en el que ni hay tiempo para sentir.

Ella

Hoy es viernes, la noche huele a tristeza y soledad, a indignación y a muerte.

La violencia no cesa, mientras algunos se creen dueños de un territorio que es público y roban, matan, atemorizan a la gente… En Medellín volvemos a los paros de transporte público, a eso de que «el taxi va nomás hasta aquí, yo por allá no subo«,  a las fronteras invisibles que quien cruza muere, a las vacunas (infame nombre que reciben los cobros de los delincuentes a quienes con el sudor de su frente se ganan el sustento de sus familias) y las amenazas. Y es que la guerra, como siempre se supo, nunca terminó, los «muchachos», ó, mejor dicho, los amigos de lo ajeno, desde que ganaron la guerra (hace 8 años)  se quedaron, se «desmovilizaron», se fragmentaron y adquirieron diversos nombres, ahora pelean entre sí, usando a las personas inocentes como sus trincheras.

Intento no pensar en toda esa realidad, en que en Ituango aún hay desplazados que los noticieros ya olvidaron, que en La Loma están matando a los niños en las escuelas… Intento cerrar los ojos, entonces suena She’s like a rainbow y luego una bella voz canta Y dale alegría a mi corazón, pronto terminan mis vacaciones y siento que este corto tiempo lo dediqué más a mi futuro cercano que a mi presente (que dormí poco, que vi a pocos amigos y vi pocas veces a esa persona que con una sonrisa puede alegrarme el día), y ojalá que el cuerpo no pase su cuenta de cobro, pero tampoco quiero ocupar la mente en eso.

A mi lado se encuentra aquel escrito para ella, debo advertir que ella puede ser cualquier persona (aunque en realidad ella es única), y que si usted se identifica, no se asuste… Sigue leyendo «Ella»

Soledad es que nadie me lea… (2)

Hace bastante tiempo, caminando por Barranquilla (Medellín, sector entre la UdeA y el Hospital San Vicente de Paúl) Me encontré con una serie de mensajes que despertaron mi interés (clic aquí para ver el post) entre ellos, uno bastante llamativo, que decía «SOLEDAD ES QUE NADIE ME LEA» .

Hace poco, caminando de nuevo por allí me encontre de nuevo con aquel mensaje, con la diferencia de que ahora transmitía más soledad… Sigue leyendo «Soledad es que nadie me lea… (2)»