Don Joaquín se quiere ir del barrio.
Hoy no se levantó alegre, vital, entusiasta, como casi todos los días, hoy una discreta lágrima rodó por su mejilla ante la impotente mirada de su esposa.
Sin embargo, al igual que todas las mañanas, don Joaquín se levantó temprano, comió la arepa con mantequilla y el chocolate con quesito que le había preparado su señora, luego, se despidió de sus hijos que iban a la escuela, y, finalmente, se dirigió a su negocio con la mirada dirigida hacia el tibio pavimento.
Hoy el surtido de su tienda era más pobre que en épocas anteriores, y es que en verdad don Joaquín ya no tenía ganas de seguir atendiendo su tienda, no tenía sentido trabajar todos los días para que, de repente, el fruto de el esfuerzo familiar no pudiera satisfacer las necesidades de su familia, sino el doloroso derroche de la guerra.
Naturalmente, como hay menos surtido, y la energía que antes irradiaba don Joaquín se ha convertido en un aire de tristeza, la clientela ha disminuido, entonces don Joaquín, impotente, se sienta en una butaca de su vacío negocio y recuerda los dolorosos días en que ellos se le han acercado a despojarlo de su dinero, del fruto de su trabajo, fruto con el que el quisiera brindarle un futuro mejor a sus hijos, darles la educación necesaria para que no tuvieran que vivir lo mismo, para permitirles soñar y realizar sus sueños.
Entonces don Joaquín ve en sus ojos la tarde aquella en que, por primera vez, se le acercaron “Los Muchachos”* a exigirle una “colaboración”, recuerda que estos muchachos tenían armas en sus manos, como si él pudiera ofrecer resistencia, cuando era más que conocido en su barrio que quien se opusiera a estas “colaboraciones” ó vacunas era asesinado. Sigue leyendo «La Historia de don Joaquín.» →