Incertidumbres

Caminar, sonreir, seguir.

Al fin y al cabo todo se resume en caminar.

Y pensar que caminando se derramaron lágrimas tan amargas, y pensar que el frío helaba la sangre, y pensar que la soledad atormentaba como a animal forzado a estar solo luego de habese domesticado para la compañía.

Y dejar de pensar.

Y mandar al carajo la angustia, y mandar lejos los miedos, y dejar el letargo en la cama. Sí: Levantarse.

Cuando se mantiene de tropiezo en tropiezo es difícil saber si uno llega a levantarse por completo.

Y saber si se está sano es aún más difícil que saber si se está de pie, dicen que también depende del punto de referencia, y de circunstancias complejas. Quien sabe.

La única certeza respecto a uno mismo es sentir.

Otoño

Rápidamente caen las hojas secas, el árbol queda desnudo y se prepara para el invierno.

Más allá de todos los procesos fisiológicos que puedan darse para que eso sea posible, hay un hecho, la inmediatez, no pasa por partes, es simple desde afuera: las hojas caen.

A ratos pareciera que intentamos imitar esa situación, que quisieramos poder ver caer inmediatamente todo para que llegue el invierno, quizás por miedo, por prisa, por lo que sea.

Pero no siempre todo sale como está presupuestado en los planes, así como hay alteraciones climáticas que desorientan aves, plantas, y otras especies, hay miles de alteraciones que modifican temporalmente los sueños, ¿qué hacer? seguirse preparando. Sigue leyendo «Otoño»

6

1.

La muerte.

Ella está ahí, siempre está ahí, la posibilidad de morir, por cualquier razón, o por cualquier sinrazón, por el simple hecho de respirar y morir un poco a cada latido.

La diferencia, el punto de no retorno sobre la percepción de la muerte está en qué tan cerca llegas a sentirla, algunos cuando se acerca terminan buscándola, otros se aferran más a la vida… No creo que alguien siga caminando indiferente luego de sentirla ahí, casi palpable.

A veces resulta que estamos tan acostumbrados y vemos tan natural el estar vivos que se nos olvida que somos si acaso un suspiro en la historia del universo.

2.

La crítica. Sigue leyendo «6»

Perspectivas

No se si a todos les pasa, creo que es probable, que en cierto momento de su vida se detienen y piensan cómo hubiese visto o sentido esa situación uno mismo años atras.

Por ejemplo, en mi adolescencia me preguntaba (pues, entre otras mil preguntas) qué tenía yo de malo y por qué sentía que no le gustaba a ningún chico, era esa que permanecía en silencio mientras las demás hablaban sobre sus novios y hasta esposos.

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Ligeia

«In beauty of face no maiden ever equalled her. It was the radiance of an opium-dream — an airy and spirit-lifting vision more wildly divine than the phantasies which hovered about the slumbering souls of the daughters of Delos».

Edgar Allan Poe- Ligeia.

Tal vez solo en el esplendor de un sueño de opio existiese Ligeia…

O tal vez un mar de opio nos inunde de repente, haciendo real y tangible lo que se creía en el mundo de los sueños, tal vez la fantasía se haga realidad de vez en cuando, o tal vez, en efecto, seamos incapaces de diferenciar la realidad de la fantasía.

Entonces la suavidad pasa a la percepción, el olfato estimula los sentidos, y los millones de mecano, foto y quimiorreceptores cobran sentido, son sentido… La biología cobra sentido cuando la perfección de la vida está ante nuestro ojos, entonces el esplendor inunda la vista, olfato, gusto, oído y tacto, y como para recordar que estamos vivos, el corazón se acelera.

Luego se cierran los ojos que han estado abiertos, despiertos, y se dibuja en el rostro una sonrisa.

Bajo un cielo de estrellas

.Los árboles no deberían morir antes que uno.

El pensamiento casi flota entre los árboles que presenciaron la muerte del mandarino… Ella se fue.

¿Quién, entonces, recogería alegremente sus frutos en las mañanas, cuando el olor a fruta fresca se mezcla con el aroma del aire fresco matutino: la hierba húmeda, el olor de la tierra, el aroma de las flores…?

Se vieron crecer mutuamente, ella jugó con sus amiguitas a la cocinita, dónde la cebolla era ese bulbo el cual, ahora dice, es una Liliácea, cuando ambos estaban más grandes, ella jugó a las escondidas subiéndose a lo más tupido de sus hojas… Ella los vió florecer por primera vez, inundando la mañana con ese olor de las flores de naranja, lima y mandarina.

Ellos, por su parte, la vieron exhalar sus primeros suspiros, los gustos juveniles, pasajeros e imposibles… Tal vez solo las niñas lindas consiguen novio a temprana edad.

Ella probó sus primeros y jugosos frutos, naranjados, frescos… Y el olor, ESE olor…

Ellos la vieron conocer sus primeros amores platónicos a través de las hojas de los libros (autores, no personajes), ella, recostada en sus ramas (ya acondicionadas para sostenerla con los años) compartió con ellos la sonrisa y el éxtasis que queda al final de una buena historia.

Y los grillos, mariposas, libélulas, mariquitas y otros seres parecían ser cómplices de todo esto.

Pero ella se fue.

Ellos siguieron dando frutos que ya nadie comía, nadie humano, por supuesto, pues los demás seres se daban un gran banquete.

Ella los extrañó, jugar entre sus ramas, reír, soñar… Incluso llorar y pasar el trago amargo con un dulce y jugoso fruto.

Y regresaba, pero cada vez con menos frecuencia, aumentaba la ausencia poco a poco.

Parecía que ellos lo habían percibido de algún modo, se enfermaron, casi de muerte… Y luego vino la muerte: el mandarino murió.

Y fue un círculo vicioso, pues a ella le dolía verlos así, entonces regresaba con menos frecuencia.

…Estos árboles también la vieron enamorarse, la vieron estrechar una mano y compartir un beso mientras el corazón le latía más rápido, tal vez sintieron celos, tal vez, de amores arbóreos muy poco se sabe.

Supieron perdonarla: La acogieron de nuevo en sus ya debilitadas ramas para nutrirse con ese líquido que caía de sus ojos, la vieron enfermarse y casi morir por el desamor, pero dicen que de amor o desamor nadie se muere, tal vez, excepto un poco…

Una parte de ella, al igual que estos árboles -excepto el mandarino, que lo hizo por completo-, murió. Juntos buscaron florecer de nuevo, parece que lo lograron.

Ella ha regresado, ellos de nuevo le han obsequiado sus frutos en las mañanas, esos que llegan a las papilas y al bulbo olfativo cuando el olor a fruta fresca se mezcla con el aroma del aire fresco matutino: la hierba húmeda, el olor de la tierra, el aroma de las flores…

Juntos, tal vez con nostalgia, contemplan lo que queda del mandarino muerto… «Los árboles no deberían morir antes que uno» piensa ella mientras los primeros rayos del sol iluminan el día y las aves cantan.

Pero, tal vez, solo tal vez, si materia-energía se transformn, nadie ha muerto.

Por una cabeza…

«En las carreras cuando dos caballos se trenzan en un final palpitante, cabeza a cabeza, mi dinero vuela, por una cabeza.  Y cuando el corazón pide descanso por miedo de seguir queriendo, los ojos brujos de una mujer que pasa, me atan a su pañuelo*»

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Nunca me han gustado las apuestas de dinero, prefiero apostar un abrazo, una sonrisa, o hacer algo que haga feliz al otro. El sábado pasado pensaba en eso, mientras hacíamos hinokishin para una fundación, en un bingo bazar, veía como luego de que el evento hubiese terminado y nos encontrábamos recogiendo todo, algunas personas permanecían en sus mesas jugando (cartas, dominó…). Al respecto un libro que es bien interesante es precisamente «El jugador», de Fiódor Dostoyevski, libro de esos que uno ha disfrutado a la sombra de un árbol de naranjas, y que toca el tema de una manera muy real, por así decirlo. Sigue leyendo «Por una cabeza…»