Un año

 

Dicen que solo aprende a valorar realmente los microsegundos el piloto que supo lo que eso era la diferencia entre perder o ganar.

Para mi, los años pasaban relativamente rápido hasta que me hice madre. Ni mis días ni mis noches han vuelto a ser igual, y lo celebro. Sigue leyendo «Un año»

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Ir subiendo y sentir que se aceleran los latidos, ver la ciudad desde sus orillas, sentir que, a pesar de ser un individuo del mundo, hay un lugar en ese mundo en el que sientes que formas parte, un lugar de sueños, tristezas, alegrías… Vida.

Sentir el aire fresco, abrazar los amigos, verles sonreir, mientras los ojos permiten la entrada de todas esas imágenes al paraíso de la memoria, olvidar por instantes esas historias de duendes y lágrimas.

Es, en cierto modo, ser de nuevo un niño, lo cual creo que es el estado más feliz en que puede estar un ser humano, escuchar en medio de la noche esa sinfonía de la naturaleza, saber que al abrir los ojos con los rayos del sol podrás disfrutar de esa maravillosa biodiversidad, así como sentir la calidez de tantas personas.

Aunque los pies sigan caminando, ese tejido complejo que permite la conciencia, de alguna manera, nos recuerda que también tenemos raíces.

Otro día

Este momento no es eterno, no es eterno tampoco el viento que refresca las hojas de este árbol, ni ese sol vespertino que dora a los transeúntes que pasan por la calle.

Cada milisegundo es un fragmento irrepetible de existencia, de cada cual depende el hacerlos diferentes los unos de los otros, o permitir que pasen como si no importara, o como si fuesen eternos.

Hoy el cielo pude verlo de colores diferentes, creo que aprendí a pintar un nuevo arcoiris en medio de la noche, hoy los aromas del universo son más exquisitos y hasta el duelo, parece, se ha quedado dormido mientras se deleitaba con el viento que llegó silbando.

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Caminando