Ellos están felices, él descansa sobre las piernas de ella, ella mira con embeleso sus ojos, palpa con sus manos el rostro de quien reposa tan cerca.
Nada ilegal, nada prohibido, nada “pervertido”, simplemente caricias y uno que otro beso corto –tal vez para evitar las tentaciones que pueden producir los besos largos-, Hasta ahí todo bien, no ocurre nada que pueda traumatizar a un niño como los que se encuentran cerca de ellos.
Pasan unos cuantos minutos y se les acerca una señora que los mira fijamente, no hay nada que temer, ellos se dan un abrazo, luego, la mirada extrañamente inquisidora se aleja.
Segundos más tarde llega una moto con dos policías, dialogan con la señora y tal vez con el párroco, ¿Qué ocurre?, luego, estos policías se acercan a la pareja, requisan al muchacho, les dicen algo y la pareja se va del lugar algo cabizbaja.
La patrulla también decide irse, la señora le da un helado a su hija, una hija que para nacer, muy probablemente su madre, esa señora indignada, tuvo que tener relaciones sexuales sin preservativos con un hombre. Esa hija muy posiblemente crezca con el prejuicio de su madre, así que hará lo mismo que la mayoría de los jóvenes: Se esconderá en las esquinas para dar un beso ó una caricia, como si ello fuera un delito.
Parecería estúpido hablar de esto, pero, en mi criterio, es más estúpido que una señora llame a una patrulla de policías por ver a una pareja acariciándose el rostro, me pregunto, si la situación le parecía tan indignante ¿Por qué no les dijo nada ella misma?
Y es que estamos inmersos en el absurdo, en donde es un pecado acariciarse, pero vemos a un hampón atracando a alguien y nos hacemos los de la vista gorda, no se si Colombia sea el único país en donde vemos a una pareja mirándose a los ojos y nos echamos la bendición, pero observamos a un niño explotado laboralmente en un colectivo y le damos limosna para “aliviar la conciencia”, ó, peor aún, intentamos robarle a ese niño. Sigue leyendo «Doble moral»