El derecho a sentir

“Para que se conserve la alegría en la vida son necesarias las llagas”.
Fernando González – Pensamientos de un viejo.

Debo confesarlo, cada que escucho de coaching lo siento como una patada en los ovarios. No es -para mí- más que un reencacuche de la ya trillada -aunque siempre muy consumida- autoayuda, que termina generalmente con frases, también trilladas, del tipo: sal de tu zona de confort, algún vídeo sensiblero, un discurso para hacerte sentir que es poco lo que estás haciendo con tu vida, que si estás triste es porque no estás viendo ese sol brillante y bonito allá afuera y todas las bendiciones que recibes a diario (y hay gente a la que le sirve, y es válido, pero imponérselo a cualquiera, es un irrespeto y es violencia).

Todo este discurso termina, sobre todo en ambientes empresariales, en un mandato sutil hacia la uniformidad, que no es otra cosa que una manera sencilla de ejercer poder y control. Precisamente es en esos ambientes donde más se invierte en este tipo de actividades.

Este vídeo que compartía en un post anterior resume de manera perfecta por qué esto es nocivo desde el manejo de la tristeza:

Pero allí no se detiene todo, pues si la tristeza se ha asociado al fracaso, y se ha marginado socialmente sobre todo en círculos jóvenes y de emprendimiento, hablar de la ira o el odio es hablar de algo tabú, casi pecaminoso. Sigue leyendo «El derecho a sentir»

Carta.

En medio las espinas, también pueden nacer flores.

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Soñar con la utopía que representan sus labios, recibir los primeros rayos del sol y alegrarse, soñar que la utopía deje de ser utopía y se convierta en un maravilloso, real, deleite.

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Soñar es querer pintar con más colores la existencia, iluminarla con el brillo de sus ojos y sonreir.

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La imaginación es un universo sin fronteras, es allí donde usted reside, tomamos café y bailamos un tango.

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Málaga sinfónico.

Y se pierde la imagen, se desdibuja,

ruedan gotas saladas por las mejillas

(ojos, que su emoción manifiestan).

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Tarde, canta nuestra dama del tango,

tarde andamos, a veces, por este sendero.

Luego le canta a ella, con voz perfumada

y penas de bandoneón.

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El corazón palpita, sentimiento latente…

Respiro.

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Lido lleno, un huracán llega…

Un «enamorándome», entre líneas, que alegra la existencia.

Una sonrisa para sentirte cerca,

un sentimiento para huír del frío

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Patrimonio el arte, los lugares, su gente…

Patrimonio la vida, aunque es de todos y de nadie.

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Si acelera los latidos es arte,

si toca fibras sensibles del alma es arte

…Entonces sentirte también es arte.

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musculus erector pili se contraen,

filamentos que parecieran despertarse,

es el asombro, es el deleite.

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Sus cuerdas vocales que vibran…

Para dejar salir la armonía,

esa que también sale de cada instrumento.

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El unísono Con toda el alma

Para la flor de Mayo que ha partido.

Y luego «oye las notas festivas

que brotan de mi alma

porque tú vendrás«.

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Esto (lo escrito por mí), de nuevo, no es poesía, es azar, es caminar por las calles de esta ciudad y hallar sorpresas bellas, es el poder entrar a un sitio con las puertas abiertas y que es de todos, es también recordar y sonreír, y luego caminar entre los faroles nocturnos de Junín, entre las flores, entre el ruido, y sentir que en lugar de caminar, se flota.

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No está de más decir: ¡Felices 55, Salón Málaga, y que vengan muchos más! Gracias por regalarnos hoy la posibilidad de disfrutar de esas talentosas divas, con el maravilloso acompañamiento de la Sinfónica de la Universidad de Antioquia.

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Notas posiblemente relacionadas: Salón Málaga se viste de gala (El Mundo).

Acefalia.

Se congelan mis palabras ante el miedo,

de las ganas, que hacer realidad no puedo,

el beso al cual no me atrevo. Un susurro.

Temo a las ondas que dibujan tu cuerpo,

temo a las olas que de mar lo perfuman,

envidio al sol que con sus rayos lo toca.

Te regalo mis manos para secar tus lágrimas,

te regalo el espejo de mis ojos,

el arcoiris de mi retina.

No te regalo, musa hermosa, mi memoria,

lugar que puedes habitar a ratos.

Más, te regalo mis palabras sin filtro.

No te regalo la luna, que te envidia

(quiere igualar el esplendor de tu risa),

más, te comparto mis delirios piantaos.

No te amo, no quiero amarte, no puedo…

Más te sueño, te pienso y te deseo…

Febrilmente te llamo y no respondes.

Temo al no, probable, de tus labios.

Pero el alma se alegra al evocarte.

Mil sonrisas sinceras te regalo.

Te regalo el abrigo de mis brazos,

Tuyos son mis latidos que aceleras.

Mi «quiero verte de nuevo» te comparto.

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(Y no te regalo poesía, porque poesía sos vos).

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Ligeia

«In beauty of face no maiden ever equalled her. It was the radiance of an opium-dream — an airy and spirit-lifting vision more wildly divine than the phantasies which hovered about the slumbering souls of the daughters of Delos».

Edgar Allan Poe- Ligeia.

Tal vez solo en el esplendor de un sueño de opio existiese Ligeia…

O tal vez un mar de opio nos inunde de repente, haciendo real y tangible lo que se creía en el mundo de los sueños, tal vez la fantasía se haga realidad de vez en cuando, o tal vez, en efecto, seamos incapaces de diferenciar la realidad de la fantasía.

Entonces la suavidad pasa a la percepción, el olfato estimula los sentidos, y los millones de mecano, foto y quimiorreceptores cobran sentido, son sentido… La biología cobra sentido cuando la perfección de la vida está ante nuestro ojos, entonces el esplendor inunda la vista, olfato, gusto, oído y tacto, y como para recordar que estamos vivos, el corazón se acelera.

Luego se cierran los ojos que han estado abiertos, despiertos, y se dibuja en el rostro una sonrisa.

Bajo un cielo de estrellas

.Los árboles no deberían morir antes que uno.

El pensamiento casi flota entre los árboles que presenciaron la muerte del mandarino… Ella se fue.

¿Quién, entonces, recogería alegremente sus frutos en las mañanas, cuando el olor a fruta fresca se mezcla con el aroma del aire fresco matutino: la hierba húmeda, el olor de la tierra, el aroma de las flores…?

Se vieron crecer mutuamente, ella jugó con sus amiguitas a la cocinita, dónde la cebolla era ese bulbo el cual, ahora dice, es una Liliácea, cuando ambos estaban más grandes, ella jugó a las escondidas subiéndose a lo más tupido de sus hojas… Ella los vió florecer por primera vez, inundando la mañana con ese olor de las flores de naranja, lima y mandarina.

Ellos, por su parte, la vieron exhalar sus primeros suspiros, los gustos juveniles, pasajeros e imposibles… Tal vez solo las niñas lindas consiguen novio a temprana edad.

Ella probó sus primeros y jugosos frutos, naranjados, frescos… Y el olor, ESE olor…

Ellos la vieron conocer sus primeros amores platónicos a través de las hojas de los libros (autores, no personajes), ella, recostada en sus ramas (ya acondicionadas para sostenerla con los años) compartió con ellos la sonrisa y el éxtasis que queda al final de una buena historia.

Y los grillos, mariposas, libélulas, mariquitas y otros seres parecían ser cómplices de todo esto.

Pero ella se fue.

Ellos siguieron dando frutos que ya nadie comía, nadie humano, por supuesto, pues los demás seres se daban un gran banquete.

Ella los extrañó, jugar entre sus ramas, reír, soñar… Incluso llorar y pasar el trago amargo con un dulce y jugoso fruto.

Y regresaba, pero cada vez con menos frecuencia, aumentaba la ausencia poco a poco.

Parecía que ellos lo habían percibido de algún modo, se enfermaron, casi de muerte… Y luego vino la muerte: el mandarino murió.

Y fue un círculo vicioso, pues a ella le dolía verlos así, entonces regresaba con menos frecuencia.

…Estos árboles también la vieron enamorarse, la vieron estrechar una mano y compartir un beso mientras el corazón le latía más rápido, tal vez sintieron celos, tal vez, de amores arbóreos muy poco se sabe.

Supieron perdonarla: La acogieron de nuevo en sus ya debilitadas ramas para nutrirse con ese líquido que caía de sus ojos, la vieron enfermarse y casi morir por el desamor, pero dicen que de amor o desamor nadie se muere, tal vez, excepto un poco…

Una parte de ella, al igual que estos árboles -excepto el mandarino, que lo hizo por completo-, murió. Juntos buscaron florecer de nuevo, parece que lo lograron.

Ella ha regresado, ellos de nuevo le han obsequiado sus frutos en las mañanas, esos que llegan a las papilas y al bulbo olfativo cuando el olor a fruta fresca se mezcla con el aroma del aire fresco matutino: la hierba húmeda, el olor de la tierra, el aroma de las flores…

Juntos, tal vez con nostalgia, contemplan lo que queda del mandarino muerto… «Los árboles no deberían morir antes que uno» piensa ella mientras los primeros rayos del sol iluminan el día y las aves cantan.

Pero, tal vez, solo tal vez, si materia-energía se transformn, nadie ha muerto.

Cualquier parecido con la realidad…

En la pantalla rodaba un film de guerra, de hombres que asesinaban a otros en un campo de batalla, con fusiles y con granadas. Unos perecían en el fuego, otros eran sepultados, emergiendo de la tierra con muecas de terror, de venganza, con rostros ensangrentados, cabezas y miembros dispersos entre el polvo y el olor a pólvora. Después un cuadro distinto: El honor, el valor y el heroismo, condecoraciones y medallas ganadas con armas y banderas. Un general pronunciaba un discursos, la frase final tenía una elocuencia que hacía alborotar la multitud, que ovacionaba y reventaba de júbilo: «el heroísmo del soldado se merece una página privilegiada en la historia de la guerra. Con patriotismo y valentía se arrojó destruyendo con bombas de mano las fortificaciones enemigas, haciendo posible la victoria». Aplausos. Hubo una pausa. Vidal en lo más hondo estaba triste, desposeído. Dijo: «Le han condecorado por matar hombres, asesino, yo lo colgaría de un patíbulo, como expiación, para enseñarle a amar. El que condecora es dos veces asesino, los que aplauden son asesinos, éste es el mundo de los asesinos.

Gonzalo Arango – Después del hombre. Sigue leyendo «Cualquier parecido con la realidad…»