Hoy es viernes, la noche huele a tristeza y soledad, a indignación y a muerte.
La violencia no cesa, mientras algunos se creen dueños de un territorio que es público y roban, matan, atemorizan a la gente… En Medellín volvemos a los paros de transporte público, a eso de que «el taxi va nomás hasta aquí, yo por allá no subo«, a las fronteras invisibles que quien cruza muere, a las vacunas (infame nombre que reciben los cobros de los delincuentes a quienes con el sudor de su frente se ganan el sustento de sus familias) y las amenazas. Y es que la guerra, como siempre se supo, nunca terminó, los «muchachos», ó, mejor dicho, los amigos de lo ajeno, desde que ganaron la guerra (hace 8 años) se quedaron, se «desmovilizaron», se fragmentaron y adquirieron diversos nombres, ahora pelean entre sí, usando a las personas inocentes como sus trincheras.
Intento no pensar en toda esa realidad, en que en Ituango aún hay desplazados que los noticieros ya olvidaron, que en La Loma están matando a los niños en las escuelas… Intento cerrar los ojos, entonces suena She’s like a rainbow y luego una bella voz canta Y dale alegría a mi corazón, pronto terminan mis vacaciones y siento que este corto tiempo lo dediqué más a mi futuro cercano que a mi presente (que dormí poco, que vi a pocos amigos y vi pocas veces a esa persona que con una sonrisa puede alegrarme el día), y ojalá que el cuerpo no pase su cuenta de cobro, pero tampoco quiero ocupar la mente en eso.
A mi lado se encuentra aquel escrito para ella, debo advertir que ella puede ser cualquier persona (aunque en realidad ella es única), y que si usted se identifica, no se asuste… Sigue leyendo «Ella»