Por qué apoyo la revocatoria

Como muchas personas saben, voté por Daniel Quintero. No solo creí en su campaña, sino que veía en él un sujeto con ímpetu y con energías para adelantar una agenda política de izquierda y justicia social (tenía como precedente apoyar la campaña de Gustavo Petro, así como la marcha por el SÍ al referendo por la paz de Juan Manuel Santos).

Lamentablemente, más tardé en dar mi voto por él que en empezar a desilusionarme una vez posesionado: En ver el ESMAD en la UdeA (ver comunicado del claustro de profesores de derecho de la UdeA), en ver las alianzas con las que empezó a gobernar la ciudad (muchas personas que ya habían sido denunciadas por hechos de corrupción), y cómo la supuesta firma cazatalentos que iba a escoger el próximo presidente de EPM se evaporó y fue nombrado a dedo el señor Álvaro Guillermo Rendón. Una vez este no fue considerado útil a los intereses de Daniel, nombró de manera provisional a la señora Mónica Ruiz y luego al señor Alejandro Calderón, supuestamente bajo la figura de una firma cazatalentos -en un proceso que nunca apareció en el sistema de contrataciones públicas SECOP, ni se supo quienes fueron los demás candidatos-, cuando ni como Auditor de Tigo había podido ingresar por falta de experiencia. Finalmente, llegó a la gerencia de EPM el señor Jorge Carrillo, tampoco exento de escándalos, pues llegó como gerente luego de haber sido parte de la junta directiva. También cabe mencionar que la señora Maria Camila Villamizar es quien desde la alcaldía presionó para que renunciara toda la junta de EPM en 2020 (más información acá, y acá) y que en la supuesta firma cazatalentos sale a relucir el nombre de Luis Pérez.

La junta de EPM no es la única que le ha renunciado al señor alcalde. También renunció en 2020 la junta de Ruta N, en Buen Comienzo han renunciado al menos cuatro directores, y se destaca la cuestionable contratación con la corporación Colombia Avanza (ver columna de Bernardo Alejandro Guerra, quien ha denunciado esta corporación, aquí), así mismo, ha tenido cuestionables actuaciones en Metrosalud (ver aquí, aquí, y aquí), Hospital Infantil Concejo de Medellín (ver aquí, ), Hospital General de Medellín, Jardín Botánico (ver aquí y aquí), Emvarias (ver aquí, aquí y aquí), El porcentaje de acciones sobre UNE (ver aquí y aquí), por no decir que en cada entidad pública o parte del conglomerado que ha tocado desde que fue electo alcalde.

El caso de EPM es particularmente grave, pues de allí proviene un alto porcentaje del billonario presupuesto de la ciudad, la inestabilidad (cuatro gerentes en dos años) que ha tenido la empresa más los escándalos, se ve reflejada en la inversión para la calidad de vida de las y los medellinenses.

La motivación de escribir este post, parte del acertado escrito de Alonso Salazar, quien comparte cómo el proceso de revocatoria puede ser una alternativa para la ciudad, sin embargo, se debe priorizar, más que el hecho de pensar en quien gobierna, en fortalecer procesos de base:

«Es fundamental construir, con deliberación pública, un gran acuerdo para corregir la ruta que lleva la ciudad, un acuerdo que se centre en el futuro, que inspire confianza y desate el espíritu cívico; en el que hombres y mujeres, sectores sociales diversos, confluyan en propósitos comunes, entre los que se subraye la lucha contra la corrupción».

Alonso Salazar

Y es que parte del discurso del Alcalde y sus seguidores –monitoreados todos igual que detractores, con recursos públicos, y probablemente quien no salga en su defensa corre peligro en su contrato- es que la ciudad era un nido de corrupción antes de ellos, y que Daniel Quintero es algo así como el mesías que viene a salvarnos (junto a Luis Perez, los Suarez Mira, César Gaviria y otras joyas) del abismo.

Recientemente, ha mencionado en SEMANA –revista propiedad del grupo Gilinski, el cual con su llegada logró la renuncia de Daniel Coronell, Maria Jimena Duzán, Ricardo Calderón entre otros, y nombró en la dirección de Semana a Vicky Dávila, conocida por ejercer su labor en apoyo a la derecha y extrema derecha de este país– que el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) está conformado por organizaciones mafiosas, de la talla de Pablo Escobar, y aquí ha entrado en redes una discusión bastante curiosa sobre si uno debería apoyar o no empresas (que a fin de cuentas se benefician de la fuerza de trabajo de sus empleados, y algunas de ellas han tenido cuestionamientos también).

Creo que esta discusión es un poco tonta, porque percibo que quienes la plantean no han notado que detrás de Daniel Quintero y su ataque a las empresas antioqueñas, está el grupo Gilinski, que tiene interés en la compra de acciones de las mismas (si se devalúan, salen más económicas), entonces no se trata de defender o no unos empresarios, sino de evitar que el pánico financiero termine trayendo además al Grupo Gilinski a tener amplio poder en la ciudad. Ahora, basta ver lo que hizo ese grupo con la revista Semana, para saber que no es buena idea que eso ocurra con Sura, Bancolombia, Argos, etc (ver al respecto escrito de Daniel Coronell aquí, y ver respuesta de Argos y Sura, otra publicación aquí).

Parte del problema que tiene Daniel es la misma inestabilidad: En la administración municipal la improvisación es la regla. Ha tenido varios gabinetes, cambios de equipos directivos. En tan corto tiempo quienes llegan y se van no alcanzan a desarrollar ningún plan de trabajo significativo, de allí que como bien menciona Alonso, no hay nada memorable a la fecha de esta administración, salvo obras iniciadas previamente –algunas incluso provenientes de decisiones cuestionadas por él en el pasado, como la Ciudadela Nuevo Occidente, cuyo presupuesto proviene principalmente de la venta de acciones de UNE, y a quienes tomaron esa decisión él les tiró tomates-.

Otro de los problemas es su ego, y su personalidad impúber (no es en vano que muchos opositores le llaman «personero de colegio», con el perdón de los buenos personeros de colegio), problema que no solo lo aqueja a él sino a sus coequiperos. Su interés es defender a capa y espada la imagen del alcalde (no de la ciudad), favorecer sus proyectos políticos individuales y en el camino develan su poca capacidad de gestión, de manejo de las comunicaciones, y su talante autoritario. Podemos aceptar que muchos políticos -principalmente hombres- del país tienen problemas similares, pero nivel de autoritarismo de este señor, al menos en la historia reciente, ha superado con creces al de sus predecesores. De hecho, se puede observar que un patrón común detrás de tantas renuncias en lo que va de su mandato, es ocasionado por decisiones autoritarias del alcalde.

Podríamos pensar: «bueno, él está haciendo las cosas bien, seguro es el GEA el malo de la historia», pero si nos asomamos por los indicadores de ciudad, el panorama no cambia (ver acá un análisis de su informe de gestión 2020). Y para evitar entrar en la polémica «es que El Colombiano está dolido con el alcalde porque le bajó a la pauta», miremos también el trabajo de Medellín Como Vamos.

La vacunación en menores de un año disminuyó

La informalidad aumentó, el desempleo también

Hay menos mujeres trabajando, lo que nos permite intuir que las medidas de conciliación son bastante insuficientes.

Menos oportunidades laborales para profesionales

Más jóvenes que ni estudian ni trabajan (muchos en barrios donde terminan aceptando ofertas de los combos delincuenciales).

La pobreza ha aumentado, sobre todo en las zonas rurales de la ciudad.

Hay muchas más personas en la pobreza extrema.

El informe sobre la calidad de vida en la ciudad se puede observar aquí, en este se menciona que:

El programa Buen Comienzo disminuyó el número y tiempo de atención de niños y niñas, madres y familias, a pesar de los anuncios de aumento del presupuesto. La cobertura bruta en educación media no logró alcanzar los niveles deseados, sumado a las altas tasas de repitencia y extraedad que terminan incidiendo en mayores niveles de abandono escolar, principalmente en secundaria. Así mismo, la ciudad enfrentó grandes retos en calidad educativa con el peor puntaje global promedio en las pruebas SABER 11° en comparación con las principales ciudades de Colombia (Bogotá, Cali, Barranquilla y Bucaramanga), hecho que es aún más preocupante para los estudiantes de instituciones oficiales

Medellín Como Vamos

Podemos seguir, hablando de la falta de regulación del crecimiento del parque automotor y su impacto en la calidad del aire, indicadores de medio ambiente (donde ha aumentado presencia de especies invasoras como el Caracol africano, por solo poner un ejemplo) y el errado nombramiento en el AMVA y en la Secretaría de Medio Ambiente de personas sin mayor experiencia en el sector, entre mucha tela que se queda por cortar.

Y podríamos justificar, en defensa del sujeto, que ha gobernado a la par de una pandemia con alcances sin precedentes en la ciudad (la misma que ha logrado que las cifras de homicidios bajen temporalmente por las medidas de aislamiento, y que con alta probabilidad también suban exponencialmente en los próximos años), sin embargo, es inevitable cuestionarse cómo un gobierno con una situación tan delicada, prioriza la atención en redes sociales (y el monitoreo de opositores) en búsqueda de limpiar la imagen del gobernante de turno, y no de trabajar por la ciudad.

Otro argumento a su favor puede ser el que antes no ha prosperado con tal fuerza una iniciativa de revocatoria en la ciudad, y que en gran parte la revocatoria es impulsada por un sector del uribismo inconforme con el mandato de Quintero (hay otro sector bastante conforme con su mandato: representado por las concejales Nataly Velez, Paulina Aguinaga y Albert Corredor) y por el Fajardismo, pero lo cierto es que no solo el uribismo o el fajardismo está inconforme con el alcalde, basta hablar con cualquier ciudadano en muchos barrios de la ciudad para corroborarlo. De allí que el alcalde trate de dilatar la revocatoria con tutelas y otras artimañas (y con esto no digo que el uribismo que esté con la revocatoria sea una mansa paloma). De hecho, es claro que tuvo a varios servidores y contratistas (cuyos pagos se realizan con dineros públicos) revisando las firmas de su revocatoria, lo cual, en cualquier otro lugar del mundo, sería escandaloso.

Un alcalde de talante democrático permitiría la iniciativa ciudadana sin poner a sus servidores y contratistas a revisar firmas (competencia de la Registraduría) o descalificarla, participando abiertamente en política y violando la ley.

Con todo este contexto, votar por la revocatoria es apenas razonable como decisión ciudadana.

¿Es posible que llegue a la alcaldía un uribista? es tan posible como lo ha sido siempre, de hecho menos posible, dada la fragmentación del uribismo en la ciudad.

¿Es costosa la revocatoria? sale más costoso un mal gobierno, en todo sentido.

¿Por qué ahora y no antes? es posible que la fuerza de la revocatoria se deba también a la forma en que se divulga la información: de nada le sirve al alcalde pagar millonaria pauta en Semana o Minuto 30 para intentar ocultar su mala gestión, cuando hay prensa independiente, columnas de opinión y demás que lo ponen en evidencia. De nada le sirve enlodar los cuestionamientos que se hacen desde El Colombiano con el retiro de la pauta a ese medio, cuando hay numerosas columnas de opinión (muchas más de las que aquí vinculo) con argumentos y denuncias en su contra. No se puede tapar el sol con un dedo.

Aquí cabría un buen debate sobre los medios de comunicación, el papel en la divulgación de información veraz e imparcial, pero en este debate no es el alcalde una víctima, por el contrario, es probable que la pauta en Semana (medio nacional) cueste más dinero que en El Colombiano (medio regional) y es más cuestionable que el presupuesto se use para defenderlo a él como individuo y no para divulgar la gestión de la alcaldía -¿tal vez no hay mucho que divulgar?-.

La ciudad necesita un alcalde cuyo proyecto sea en pro de la ciudad y no para canalizar futuras aspiraciones presidenciales (así como su coequipero Alex Florez usó el Concejo como trampolín para su candidatura al Senado), con un equipo de trabajo enfocado en superar los retos que enfrenta Medellín en materia de desempleo, pobreza, desigualdad entre otros, y no en portarse como la barra brava de quinto C.

Creo que una vez más personas comprendan esto, es posible que se dé el paso para que la revocatoria tome mayor fuerza ciudadana y surja un verdadero liderazgo que beneficie la ciudad, con una agenda política en pro de la justicia social y la garantía del cumplimiento de los derechos humanos de cada medellinense.

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