Uno más.

2017 fue el año fallido, de cierto modo. Fue el año de los infinitos trasteos, de los conflictos, de las rupturas, de caer, y levantarse, y volver a caer de nuevo para volver a levantarse…

Hay quienes dicen que eso es bueno, que cuando todo se agrava enormemente es porque algo enormemente bueno está por venir, o eso me dijo el dueño de la casa de la que tuve que despedirme a principios de año. Yo quisiera creerlo, y quizás de algún modo ha sido así, cada crisis ha hundido el dedo en llagas ancestrales que no sabía que tenía, cada crisis ha permitido ver sombras que busco iluminar.

Ha sido también el año de algunas determinaciones, o descartes de posibilidades. La mayor determinación ha sido la de reafirmar mi voluntad de trabajo político, y el mayor descarte es el empezar a descartar la idea de amor romántico de mi mente.

Todo eso implica volver a reconstruirse desde dentro, derribar las taras que quedan, curar las heridas y mejorar los cimientos de lo bueno que hay. No solo es por mi, es parte del regalo que quisiera darle a mi hija, hacer frente a las responsabilidades propias es también el compartir una enseñanza.

Si pudiera darle un consejo a alguna madre al respecto es que si quiere hacer algo así lo haga lejos de su propia madre. Todos los humanos queramos o no tendremos heridas de crianza algunas que podrían parecernos absurdas a los padres pueden ser determinantes para los hijos. La maternidad necesariamente te lleva de viaje por tu propia niñez, y quizás sea solo asumiendo que también eres un ser humano herido, de cuyas heridas ya puedes hacerte cargo, perdonar y perdonarte, es que puede hacerte la maternidad una mejor persona, o al menos una más sana.

Pero ese proceso puede ser visto por la madre como una afrenta, como un cuestionamiento de si ella fue buena o mala y por eso es que estás tu ahí tratando de hacer algo un poco diferente. Y no, no es eso, iluminar las sombras puede ser doloroso, pero también se aprende en el proceso que damos lo mejor que podemos a los hijos que tenemos con las herramientas que cargamos -de hecho, damos más de lo que podemos, y así mismo recibimos siendo niños mucho más de lo que nuestros padres recibieron-, el reto es poder sanar para poder hacer de esas herramientas algo cada día mejor. Con toda seguridad mientras más y más atrás vamos en el árbol genealógico, encontraremos heridas más fuertes y mayores desamparos.

Ahora, que tantas personas se preocupan por dar regalos materiales, creo que mi mejor regalo para los seres que quiero es esto, es pensar, pensarme, construir, reconstruirme. Solo fortaleciéndonos como personas podemos brindarle a los demás mejores formas de relacionarnos.

Feliz fin de año.

 

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